El uso de la mascarilla es una de medidas principales de protección del Covid-19, por lo que es inevitable su uso, algo que para muchos es más molesto en esta época debido al calor del verano.
El problema no solo es la incomodidad, sino que la mayor temperatura y la humedad que se provoca en la piel al interior de la mascarilla podría ocasionar ciertas alteraciones en la piel, especialmente en aquellas personas que ya sufren de enfermedades como la rosácea, acné o dermatitis, entre otras.
Lo que pasa es que el ambiente oclusivo y húmedo que genera el uso de la mascarilla provoca que la piel está más “encerrada”, facilitando el exceso de sudor, mayor cantidad de grasa secretada, además de taparse los poros y glándulas sebáceas. Esto puede provocar:
Para evitar estas molestias, se recomienda la limpieza de la piel antes y después del uso de la mascarilla con un tónico suave, además del uso de crema humectante y/o hidratante, según cada tipo de piel. Las personas que ya tienen enfermedades de base, es importante que consulten al dermatólogo ante alguna manifestación, para así entregar el tratamiento adecuado.
Asimismo, es fundamental el cambio de mascarilla, idealmente cada 3 horas cuando es desechable, y en el caso de las reutilizables, llevar siempre una de repuesto. Estas últimas deben ser fabricadas con materiales en base a algodón y ser lavadas todos los días con poco detergente y enjuagar muy bien, ya que los restos del producto, sumado al calor y transpiración, pueden dañar más la piel.
También es fundamental no olvidar el uso de filtro de protección solar todos los días, ya que hay zonas del rostro que quedan descubiertas y también porque hay mascarillas que no protegen de los rayos UV.
Igualmente, es aconsejable evitar el maquillaje, hidratarse con abundante agua, mantener fresco el resto del cuerpo y limpiar la piel con mayor frecuencia a la habitual, en la mañana, en la noche, además de antes y después de usar la mascarilla.